Soneto 259. MAGNÁNIMO
En el andamio de pies, suspendido,
se dibujan las sonrisas del ánimo
y las bocas del amor magnánimo
se ahogan de beso en beso sorprendido.
El aire sopla y sorbe sin sentido
donde empujan llantos de desánimo
y las rocas del calor magnánimo
se abren paso en el paso discernido.
Una corbata aguarda sin armario
la caricia de una mano de seda
y el susurro de una voz bien sincera.
De las bondades nace el emisario
en el festival de amor que se queda
y el placer de amar a quien más nos quiera.
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